A priori, no llevaríamos un rollo de cinta de embalar en la mochila, puesto que se trata de un elemento que nada tiene que ver con los útiles y herrajes que acostumbremos a cargar para realizar nuestras salidas al monte.

Sin embargo, en el entorno alpino es posible que nos encontremos con situaciones en las que haya que improvisar algún que otro “apaño”, de cara a solventar una circunstancia desfavorable. En estos momentos es cuando un poco de ingenio y un buen rollo de cinta de embalar nos pueden sacar las castañas del fuego.

Ojo, como en todo producto existen calidades y calidades, así que mejor tiramos la casa por la ventana y compramos uno de esos rollos de toda la vida, de ferretería. Si la cinta tiene una constante tendencia a romperse según la desenrollamos o si bien, el pegamento es más bien testimonial, difícilmente podrá cumplir con su cometido.

Suponiendo que hemos elegido el rollo adecuado, vamos a ver dónde y cómo podemos sacar partido de nuestro nuevo amigo imprescindible.

1)      Cuando la suela de las botas dice basta

Hay ocasiones en las que la suela de la bota, por diversos motivos, decide que ya ha tenido suficiente trote y abandona el lugar que le corresponde. Este hecho, puede resultar cómico si nos ocurre  cerca de la base, pero ay de nosotros como nos pille a horas de la civilización.

Afortunadamente la mayor parte de las suelas desprendidas se recuperan con facilidad. No hay mejor alarma que una piedra clavándose en la planta del pie para advertir que la suela se ha ido de paseo. Una vez recuperada la suela, la presentamos sobre su ubicación original y comenzamos el encintado. Los puntos críticos serán la puntera, el enfranque y el talón.

Si conseguimos fijar estos tres puntos con firmeza y repasamos de vez en cuando la integridad del encintado, aunque precariamente y con mucho cuidado, podremos regresar sin dejarnos las plantas del pie por el camino.

2)      Reparación de “sietes”

A falta de aguja e hilo, buena es la cinta de embalar. Cualquier prenda que llevemos al monte y esté en contacto con los elementos, puede ser susceptible de sufrir desgarros.

La cosa se agrava si el desgarro se produce en nuestra flamante chaqueta impermeable en medio de una tormenta. Repetiremos la técnica de vuelta múltiple a la extremidad o al tronco, como ya hicimos con la suela de la bota, pero sin la necesidad de tirantes.

No será la más bonita de las reparaciones, ni asegurará una estanqueidad total, pero será una garantía contra la entrada masiva de agua, nieve y viento.

3)      Varillas partidas en la tienda de campaña

Además de las rasgaduras en el doble techo de la tienda de campaña, la cinta es una buena aliada si se nos ha partido una varilla. Podemos realizar la unión directamente mediante la cinta, extendiendo las vueltas de la cinta unos centímetros más allá del punto de rotura.

Esta unión será bastante débil, pero podemos realizar un entablillado de la fractura con varias ramas verdes que encontremos, si tenemos la suerte de estar en zona de vegetación. También podemos utilizar elementos sólidos y flexibles que tengamos a mano, como por ejemplo, un par de cepillos de dientes. Si lo hemos hecho correctamente, podría darnos una oportunidad de pasar la noche sin que el doble techo se nos pegue al saco de dormir, aunque sin demasiados lujos.

4)      Cinturones y tirantes

Admitámoslo, donde esté un buen cordino, que se quite la cinta para estos menesteres. Ahora bien, el uso de la cinta de embalar como alternativa razonable es para tenerla en cuenta.

Basta con realizar el lazo del tamaño adecuado, doblando la cinta por la mitad en su eje longitudinal y pegando las dos caras encoladas entre sí, para obtener un cinturón para el pantalón, un tirante para la funda de la cámara de fotos o incluso para el ajuste ventral y del pecho de la mochila. En caso de extrema necesidad, podría utilizarse la cinta combinando varios lazos para cargas más pesadas, y asumir el rol de tirante principal de la mochila. No es que sea muy cómodo, pero sí efectivo. Aunque siempre será mejor opción mantener el acolchado tirante en su sitio, y reparar las uniones con la cinta.

5)      Rápel de emergencia

Posiblemente el uso más extremo que se le haya podido dar a la cinta en el entorno alpino. Aunque parezca mentira, unas cuantas vueltas de cinta, creando un cintajo para su uso sobre un clavo, Parabolt o similar, permiten un descenso en rápel.Un rápel terrorífico, pero eficaz si se hace bien y se dan suficientes vueltas a la cinta. ¿Cuántas? Hay quienes afirman que con un cintajo de ocho vueltas (dependiendo del fabricante) vamos sobrados, pero seamos sinceros, si nos vemos en la situación de tener que hacer esto, mejor no andarnos con tonterías.

Esta técnica la aprendí en un curso de rescate y auto rescate en montaña de la mano de la Federación, siendo adolescente. Por supuesto, contábamos con una cuerda de seguridad para la práctica de la maniobra que no llegó a tensarse en ningún momento, excepto cuando forzamos su rotura deliberada duplicando la carga soportada sobre el mismo cintajo de ocho vueltas utilizado previamente. Pero eso es otra historia…

No es necesario recalcar que no estamos ante una técnica homologada y únicamente ha de utilizarse como última opción, es decir, cuando la posibilidad de ser rescatados a tiempo queda totalmente descartada.