«La falta de nivel técnico es la principal causa de accidentes en el medio natural. Junto a la formación es imprescindible conseguir transmitir información fiel de las características y condiciones de la montaña. Hacer que esta sea asequible y entendible por el usuario novel de modo que entiendan los riesgos que implica salir a la montaña y adapten sus actividades en consonancia.»

Así reza el párrafo final del apartado de conclusiones del Estudio de Accidentalidad en Deportes de Montaña del 2017 de la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada (FEDME). Según la estadística del GREIM, la mayoría de los rescates se producen por falta de nivel técnico y  preparación física. Este hecho da a entender que en muchos casos se realizan actividades por encima de las posibilidades. Concluyen que existe un problema de planificación.

Es cierto que no se puede generalizar y que cada caso tiene una casuística y circunstancias particulares. Tampoco podemos olvidar que el monte es un medio natural salvaje en el que nosotros somos el eslabón más débil. Nadie puede predecir en qué momento se desplomará una ladera, caerá una piedra o cambiará el viento dando paso a una tormenta. A pesar de los avances tecnológicos actuales, las certeza absoluta es algo que no existe en este medio.

Por muy crudo que suene, los accidentes de montaña seguirán ocurriendo. Es un factor inherente a la actividad y el medio. Así que si no somos conscientes de ello y no lo asumimos, mejor busquemos otras aficiones.

Lo que sí está en nuestras manos es poner todos los medios a nuestro alcance para minimizar los riesgos subjetivos. Nos referimos a aquellos riesgos que nos competen directamente, coincidentes casualmente con el informe de FEDME: capacitación técnica y planificación.

 

Utilizar fuentes especializadas en el medio

De cara a la planificación las fuentes de información son fundamentales. Los clubs de montaña y los refugios constituyen una fuente importante. Además, existen infinidad de guías reconocidas y de montañeros y montañeras que cuelgan en sus blogs sus experiencias y reseñas detalladas. Hay revistas especializadas (reitero ESPECIALIZADAS, no generalistas) en el medio que publican itinerarios detallados, junto con webs y foros dedicadas a ello. Por supuesto, siempre podremos contratar los servicios de los guías de montaña.

Todas estas fuentes resultan de un elevado valor añadido y las utilizaremos para recabar datos. Ahora bien, debemos considerar que en la mayor parte de los casos, los autores y autoras hablan (hablamos) desde la experiencia y capacidades propias. Hasta ahora, lo que siempre hemos hecho quienes compartimos esta afición, es comparar estos parámetros con nuestras capacidades y aptitudes. De este modo, podemos establecer una base para calcular nuestras posibilidades sobre las rutas descritas. Las rutas que contemplan pasos de escalada, cuya escala de dificultad se encuentra estandarizada, no requieren estimaciones.

Por contra, si nuestra única fuente de información procede de una publicación no especializada en el medio, existe una mayor probabilidad de llevarnos como mínimo alguna sorpresa desagradable.

Con todos los datos recogidos debemos tener una idea clara del itinerario a seguir, elementos como puentes, ríos vivacs, refugios, zonas de especial atención por características especiales (riesgo de aludes o desprendimientos, por ej.) o dificultades técnicas etc.

Conocer el estado meteorológico resultará fundamental para la planificación, así como la previsión nivológica, si procede.

 

Valorar la dificultad

Desde Montaña Segura (Gobierno de Aragón, Aramón y la Federación Aragonesa de Montañismo) llevan un tiempo trabajando en la materia, para ofrecer un método de criterio unificado que favorezca la identificación de la dificultad y exposición de los itinerarios de montaña. Hablamos del MIDE. Dicho método está recomendado por la Federación Española y otras federaciones de montaña.

El método MIDE ofrece información básica para la planificación de una ruta. Por un lado indica valores como el tiempo estimado, desniveles, tipología de itinerario etc, y por otro,  información relacionada con la dificultad y grado de exposición. La tabla está ideada para su consideración como información complementaria, y no podría ser de otra manera. No es lo mismo ascender a cualquier monte en condiciones ideales en verano que realizar la misma ruta en invierno. Tampoco lo es si nos entra la niebla o nos sorprende una tormenta… o si un tramo concreto está nevado o mojado.

En media y baja montaña las consecuencias pueden ser más o menos soportables en buena parte de los casos, pero en alta montaña la cosa cambia. Aquí si la excursión se tuerce podemos llevarnos desde un susto superlativo a meternos en un berenjenal de proporciones descomunales.

Capacidad técnica

Si la ruta que deseamos seguir requiere el uso de crampones y piolet porque vamos a cruzar un helero o un glaciar, deberemos conocer las técnicas adecuadas relativas a estas herramientas. Poco o nada podremos hacer ante una caída si no conocemos las técnicas de retención. Tampoco avanzaremos con seguridad si desconocemos las técnicas de progresión adecuadas.

Lo mismo sucede con cualquier otro requerimiento técnico, como el uso de cuerdas, técnicas de progresión en terrenos abruptos, orientación, ARVA y un largo etc.

Equipamiento adecuado

cordada glaciar

 

Es importante adaptar el equipamiento al itinerario que vamos a realizar. Debemos tener en cuenta las particularidades de cada ruta y el estado en el que se encuentra. Existe infinidad de ropa y calzado de montaña, cada una de ellas con sus características y especificaciones. Lo mismo ocurre con los accesorios, el equipamiento auxiliar y el de seguridad.

Para establecer una base, llevaremos botas de monte con calcetín específico para la actividad y estación. La vestimenta básica pasa por un pantalón técnico y la «regla de las tres capas» para el tren superior: camiseta térmica, cortaviento e impermeable.

Si vamos a transitar por zonas nevadas o heladas, el piolet y los crampones serán obligatorios. Por supuesto, sin olvidarnos de la mochila de monte, gafas de sol con la polaridad adecuada, cantimplora, manta térmica, linterna frontal, bastones etc.

Para cualquier actividad que realicemos es conveniente llevar un mapa de la zona y brújula. Tienen la ventaja no necesitar una batería para su funcionamiento y además son asequibles. Únicamente hay que aprender a utilizarlas… Afortunadamente, las federaciones y los clubs suelen organizar cursos de formación en esta y otras materias.

 

Abastecimiento de comida y agua

Si hay que pecar de algo en la planificación, es de llevar comida y agua de más. Aunque en el itinerario haya fuentes disponibles, hasta estar frente a ellas no sabremos si traen agua o la potabilidad de la misma. En el monte suele haber ganado y animales muertos, así que el abastecimiento seguro desde los arroyos no siempre está garantizado. De hecho, llevar pastillas potabilizadoras de agua suele ser una buena recomendación.

De cara a la comida, este tipo de actividad suele ocasionar un gran gasto energético y la pérdida de electrolitos. Las barritas energéticas, chocolate, frutos secos, etc. suelen ser habituales compañeros de fatigas. Lo mismo sucede con las bebidas isotónicas o complementos en todas sus formas de comercialización.

El mítico bocata siempre será bienvenido al igual que la fruta. Eso si, pesan bastante más.

 

Establecer una hora límite

A priori, marcar una hora en la que, independientemente de nuestra situación, debamos emprender el regreso, puede parecer una exageración extraída de los clásicos de la literatura de montaña. Nada más lejos de la realidad. El hecho de establecer una hora límite nos facilitará un regreso con mayores cotas de seguridad. Nos permitirá, en caso de sufrir algún contratiempo, tener un margen de maniobra para solventar la situación.

Otro de los motivos para establecer una hora de regreso consiste en  la asignación de prioridades. La prioridad siempre debe ser la de llegar a salvo a la base, puesto que la cima no es más que el punto que indica la mitad del trayecto.

 

Escape y cobertura

Antes de abordar un itinerario, anteriormente hemos visto que debíamos tener identificadas las posiciones de refugios, cabañas y demás. Tener estos elementos más o menos ubicados puede resultar de especial ayuda cuando sucede un imprevisto. Ante una situación adversa, la localización de lugares para el cobijo nos puede librar de pasar una noche al raso, cosa que agradeceremos especialmente en condiciones de agua y frio.

Las rutas de escape también hay que considerarlas. Debemos saber en todo momento que dirección tomar según nuestra ubicación, para buscar las mejores rutas de escape si algo va mal, porque no es lo mismo abandonar una ruta sencilla de trekking que una arista. En una ascensión normal darse la media vuelta y desandar lo andado no será un problema. Sin embargo, desandar una arista será mas complicado que descender hasta su base y escapar por terreno firme (como norma general).

Por ultimo y no menos importante, visitar el mapa de cobertura de nuestra compañía telefónica. Hay zonas en las que la realización de una llamada de emergencia es sencillamente imposible. No son pocas las zonas sin cobertura y es algo a tener en cuenta de cara a la planificación. En caso de accidente, es posible que nos toque caminar durante varias horas hasta alcanzar una zona con señal.

Sentido común

Una cosa es la planificación y otra bien distinta es la puesta en práctica sobre el terreno. Aún habiendo efectuado una planificación acertada podemos encontrarnos en un estado de forma peor del que creíamos. Las condiciones del monte pueden haber cambiado y la ruta haber variado sustancialmente su grado de exposición.

Por todo ello una vez metidos en harina, si no lo vemos claro, media vuelta. Es mejor volver otro día que no tener la oportunidad de elegir.